Mark Rylance obtuvo el reconocimiento de la industria del cine en febrero, cuando se alzó con el Oscar a mejor actor de reparto por su papel en “Puente de espías”, cuando compuso a un enviado soviético infiltrado en Estados Unidos para obtener secretos estratégicos. En esa noche, le ganó a Sylvester Stallone, quien era fija para el premio y lo dejó en la lona, como “Rocky” golpeado en el mentón.
A ese momento, Rylance ya había terminado de filmar “El buen amigo gigante”, de la mano del mismo director que “Puente...”, el exitosísimo Steven Spielberg. Esta es la única vinculación entre ambos filmes pero, también, la principal explicación de una dupla que se ya consolidó en la industria.
El actor compone a un bonachón gigante de siete metros de alto (realizado mediante brillantes efectos especiales que combinan actores reales con personajes generados por computadora), con los sentidos del oído y del olfato extremadamente desarrollados y un tanto torpe, que le muestra a Sophie (una huérfana y solitaria niña de 10 años que lleva a su cueva) los peligros, la magia y las bellezas de la tierra donde vive. Claro que no todos sus habitantes son igual de buenos; por el contrario, los hay más grandes que él aún, que disfrutan de una dieta basada en la carne humana, lo que los transforma en una amenaza real. Para eliminarla, deben convencer a la Reina de Gran Bretaña de que los gigantes existen y son peligrosos.
La historia original es de Roald Dahl, escritor de quien se cumple un siglo de su nacimiento y responsable de libros de referencia del género infantil y adolescente (como “Charlie y la fábrica de chocolate” y “Matilda”). Y como soporte de producción aparece Disney, para cerrar junto al director (en su debut con el estudio) un trío de referencia que garantiza entretenimiento.